En Rurrenabaque, tradicionalmente conocida como la "capital de la felicidad", la "perla amaz�nica" o "la puerta de la Amazon�a" hoy reina el desasosiego. Un proyecto comunitario trabajado durante 30 a�os parece desmoronarse abruptamente, v�ctima de fuerzas externas y justo cuando parec�a consolidado.
No es necesario remontarse hasta hace mucho tiempo para notar el cambio. En realidad, hasta fines de 2014, las calles de Rurrenabaque a�n estaban repletas de turistas, la mayor�a j�venes, que llegaban para conocer los c�lebres encantos de la zona.
El turismo israelita ocupaba el primer lugar en la lista, aunque cada vez llegaban m�s europeos. Chilenos, argentinos, brasile�os, peruanos, estadounidenses..., en los locales de Rurrenabaque, se escuchaban los m�s diferentes acentos.
Con su naturaleza embriagante, Rurrenabaque invitaba a quedarse. Est� en el centro de una zona exclusiva a nivel mundial porque, al ser el principio de la Amazon�a y el fin de las estribaciones andinas, suma un sinf�n de paisajes, flora y fauna. De hecho el entorno (�reas de Madidi y Pampas) es considerado la s�ptima regi�n de mayor biodiversidad en el mundo. Incluso recientes estudios de la Wildlife Conservation Society (WCS) prev�n situarlo a�n m�s alto.
Por ello, pese a las cr�nicas dificultades de transporte, el esfuerzo para llegar val�a la pena. Y sobre todo porque Rurrenabaque, durante tres d�cadas, desarroll� infraestructura y servicios tur�sticos en una apuesta social singular para Bolivia. Enclavada en el borde de la frontera entre Beni y La Paz, abrazada por las Serran�as del Bala y el r�o Beni, se brindaba a los visitantes con una surtida oferta de atractivos. Hasta 2014, entre discotecas, bares, restaurantes, albergues ex�ticos, circuitos tur�sticos de jungla, navegaci�n, y actividades al aire libre, los turistas estaban en su salsa y los empresarios tambi�n.
Pero hoy, todo ha cambiado. Es la noche del viernes 15 de julio, en a�os pasados, a esta misma hora, las calles rebalsaban de j�venes bailando y cantando, entrando y saliendo de restaurantes y discotecas. Ahora no hay m�s que un par de perros callejeros en la plaza y varias calles del entorno se hallan en penumbra. Los restaurantes est�n cerrados, las discotecas, las que quedan, se muestran vac�as. Los contados visitantes que llegan son aquellos que trabajan en alguna de las obras, la mayor�a espa�oles, porque los chinos no se juntan con los locales. O, por lo menos, no lo hacen para consumir ning�n producto tur�stico.
Julio era una de las �pocas altas. "A la hora del desayuno, todos los d�as ten�a varios turistas sentados en la acera, esperaban que se vaciaran mesas para ingresar -dice el empresario Carlos Espinoza-. Ahora a lo mucho se llena la mitad de la cafeter�a, estimo que mi negocio cay� un 80 por ciento". Espinoza vive hace 21 a�os en Rurrenabaque. Ha sido parte de diversos proyectos tur�sticos y ecol�gicos y no recuerda un baj�n similar.
Luis, un ind�gena moset�n que trabaja en uno de los albergues comunitarios, confi� tambi�n sus preocupaciones a OH! mientras mostraba el emprendimiento a orillas del r�o. "Antes sal�amos con un bote lleno de turistas que se iban por la ma�ana a tomar su avi�n, y ya por la tarde volv�amos con otro bote completo de turistas -explica Luis-. Ahora a lo mucho llegan dos o tres extranjeros por d�a, a veces s�lo uno".
Los testimonios se multiplican. Una funcionaria hotelera cuenta que en su trabajo realizaron mejoras para recibir turistas, pero debieron resignarse a aceptar a un particular tipo de parejas. "Son trabajadores chinos que llegan acompa�ados de jovencitas, por lo general de rasgos aimaras -detalla-. Traen chicas muy j�venes. Pagan la pieza por un d�a, pero la ocupan s�lo por unas horas".
La crisis de los porte�os (as� se les llama a los nacidos en Rurrenabaque) es patente y ya ha sido cuantificada por las autoridades de Gobierno. El viceministro de Turismo, Joaqu�n Rodas, explic� a OH! que se ha calculado una ca�da de 60 mil a 35 mil visitantes anuales, es decir casi 42 por ciento, casi la mitad. Sin embargo, los empresarios de la zona consideran que la baja es mucho mayor y que el sistema de c�lculo de ocupaci�n es precario porque hasta ahora no hay un registro digitalizado de los hu�spedes. Incluso temen un virtual fin del turismo en los pr�ximos a�os.
El abogado Daniel Manzaneda, quien tambi�n ha incursionado en actividades tur�sticas, explica que s�lo en la calle donde vive han cerrado cuatro restaurantes. "Estoy decepcionado, 'Rurre' est� dejando de ser tur�stico por la concentraci�n de empresas y va a ser peor -lamenta el jurista-. Yo quer�a trabajar con el Medio Ambiente, vivir con mi familia. Ahora ya no me gusta la idea de que mi hija crezca ac�".
Los porte�os advierten el factor que agravar� fatalmente su crisis. La confluencia de tres obras de infraestructura, ejecutadas por empresas chinas, presuntamente sin mayores precauciones ambientales: el puente que unir� Rurrenabaque con su vecina San Buenaventura, la carretera a Ixiamas y un complejo agroindustrial azucarero.
En ese escenario destacan la pol�mica construcci�n del puente. Este atravesar� el pueblo a escasos 400 metros de la plaza principal y afectar� directamente a decenas de negocios tur�sticos. Se estima que permitir� un flujo de 1.500 camiones de alto tonelaje por d�a.
La preservaci�n ecol�gica empez� ya a resentirse. Los trabajos de las obras han coincidido, por ejemplo, con un alarmante resurgimiento del tr�fico de especies, sobre todo de jaguares. Desde 2014, la Direcci�n General de Biodiversidad ha registrado el decomiso de 800 colmillos del gran felino amaz�nico. La mayor�a de los casos se produjeron en esta zona y fueron protagonizados por s�bditos chinos. Rurrenabaque, durante tres d�cadas, desarroll� campa�as de preservaci�n intensivas que redujeron radicalmente la caza furtiva, pero repentinamente el delito se dispar�.
La baja actual tambi�n es atribuida a decisiones gubernamentales. Pesa, por ejemplo, la imposici�n de visas a ciudadanos israelitas. Eran uno de los grupos principales y desde la medida virtualmente desaparecieron. El viceministro Rodas se�ala que tambi�n afecta la crisis econ�mica internacional que castiga a pa�ses como Argentina y Brasil. Igualmente recuerda las precarias condiciones en las que funciona el aeropuerto de la poblaci�n. "Estamos desarrollando una campa�a intensa para relanzar este destino, �cono amaz�nico, con fuerza estatal", afirma esperanzado. Quiere que el turismo interno compense las bajas.
Pero, por si faltara m�s, frente al esfuerzo del Viceministerio ha surgido otra decisi�n gubernamental que expertos en turismo y los propios porte�os consideran fatal: el presidente Evo Morales anunci� el 13 de julio la realizaci�n del estudio a dise�o final de la represa hidroel�ctrica de El Bala, ubicada a 16 kil�metros aguas arriba de Rurrenabaque.
"Es la venganza de Evo", dicen algunos vecinos que, como en una pesadilla, observan resignados el incesante trabajo de las empresas chinas. Recuerdan cuando se opusieron a la construcci�n del lugar donde se construyen el camino y del puente. Recuerdan cuando el ministro Juan Ram�n Quintana lleg� a la zona para imponer la voluntad del Gobierno. Consideran que fue la sentencia de muerte para el Rurrenabaque tur�stico. Y comenz� a nacer el pueblo de ahora, cada vez m�s parecido a un sitio de paso. De aquellos donde los camioneros comen, usan el ba�o, y se marchan.
*Su nombre fue cambiado.
Eufa y el fin de un sue�o
Eufagne Ojopi, nacida y criada en Rurrenabaque, tiene una casa que parece inspirada en el Tibet. Sus techos altos, sus pisos y paredes, todos los detalles que ella ha puesto, casi sin ayuda, convirtiendo su hogar en un remanso, hacen de la casa un lugar muy especial conocido por los vecinos de Rurrenabaque como el sitio perfecto entre el monte y el pueblo: ni tan lejos ni tan cerca.
La mujer, a la que todos conocen como Eufa, que bordea los 55 y un poco m�s, de pelo largo y cano, delgada, de paso �gil y voz dulce, ha plantado adem�s varios �rboles de frutos t�picos para que cuando estos caigan, alimenten a los animales silvestres que hay en la zona. Su jard�n amaz�nico goza hasta de un m�tico �rbol del pan. Ha rodeado su hogar de armon�a, y no falta la limonada para recibir a las visitas que eso s�, deben quitarse los zapatos para mantener impecable el lugar.
Pero ahora, cuando se llega a su casa, un letrero recibe a los visitantes con una advertencia: "El asesinato de este pueblo es obra de los siervos para satisfacer el capricho de sus amos y yo no me rendir� ante ellos." Justo al lado de su puerta, a unos pocos pasos, se ve el trazo que ha realizado un tractor para abrir el camino que llegar� al puente. Hay tierra arrojada sobre sus cultivos. Una zanja profunda ha destrozado la senda que llegaba a su casa. Y los constructores de la pol�mica v�a que no ha sido consensuada y que pasa por encima hasta de la f�sica (la zona ha sido catalogada como geol�gicamente inestable), han decidido poner un ba�o para uso de los trabajadores bolivianos y chinos que est�n en la zona.
Eufa cuenta que ella ha ido varias veces a reclamar por los atropellos a su propiedad, pero no ha sido escuchada. Dice que les pidi� la autorizaci�n desde el mes de abril de 2015 a todos los ingenieros y trabajadores que han avasallado su casa, pero no se la mostraron. Y que no es solamente ella la que est� perjudicada, pero que los dem�s vecinos tienen miedo de reclamar a la gente de Sinopec.
La mujer ha hablado en varias ocasiones con el gerente general a cargo de la obra, Walter Torres, reclamando la autorizaci�n y que �ste le hab�a dicho que no la ten�a pero que en cuanto Rurrenabaque cambiase de alcalde, lograr�a la autorizaci�n municipal.
Dicho y hecho, al d�a siguiente de que el oficialista Cleto D�valos asumi� como alcalde, Torres apareci� con la autorizaci�n de estudio de obra, aunque no de ejecuci�n. Hasta ahora la obra no tiene todas las autorizaciones correspondientes.
Dice que no han sido pocas las veces que se ha enfrentado, sola, a los ingenieros bolivianos maleducados y a los trabajadores chinos que poco la entienden, pero que en su escaso espa�ol la llaman "la pesadilla de cabeza blanca".
Habla siempre conservando la dulzura en su voz y sus buenas maneras. Recuerda que de joven sali� de Rurrenabaque y vivi� por Canad� y Europa. Pero cuando le toc� definir cu�l era el mejor lugar para vivir, eligi� a su tierra y volvi� decidida a erigir la casa de sus sue�os.
"Por lo menos quiero que me paguen lo que vale mi terreno, mi casa, porque mi vida no tiene precio y tengo que empezar de nuevo, cuando pens� que ya hab�a encontrado el sitio donde quiero envejecer", nos cuenta con la voz quebrada. Pero ni eso le han ofrecido de forma justa. "Quieren pagarme el valor catastral de la parte afectada, que son como 53 metros sobre los que ya se construye, aunque toda la propiedad se ver� afectada, pero no quiero, quiero que me paguen el valor comercial. Quieren pagarme 10 d�lares por metro cuadrado y se niegan a negociar conmigo, eso es una imposici�n. Estoy dispuesta a negociar porque no me queda otra, pero que me paguen lo justo. �C�mo van a ponerle precio a mi tranquilidad? Es el cambio de un para�so natural a un infierno artificial", murmura dolida. "Es un asesinato, no hay otra forma de llamarlo. �Qu� derecho tienen de matar la identidad de un pueblo?"